Brasil: El fundamentalismo protestante amenaza la democracia; desafíos del nuevo gobierno

Es necesario encontrar espacio para los valores democráticos en un ámbito influido por el extremismo político.
Por Angélica Tostes, Rafael Rodrigues da Costa e Delana Corazza *

El interés de la clase dominante por las religiones protestantes no es nuevo. El fenómeno del fundamentalismo es una realidad y es evidente el proyecto de poder de este sector, que crece a pasos agigantados y fue discutido en el Dossier 39 del Instituto Tricontinental de Investigación Social, titulado “ Fundamentalismo e imperialismo en América Latina: acciones y resistencias”.

El fundamentalismo religioso se ha convertido en una característica de todos los países de Nuestra América. Tras la instauración del neoliberalismo en los territorios latinoamericanos, se produjo un avance de la derecha en los ámbitos político, social y religioso del continente. Este proceso se reflejó no solo en el retiro de derechos de la clase trabajadora en la región, sino también en discursos de debilitamiento de las instituciones democráticas.

Basta recordar las dictaduras y golpes de Estado latinoamericanos, pues en estos territorios aún existe una democracia frágil en constante amenaza. Hubo muchos golpes de Estado cuando gobernantes progresistas estaban en el poder, como los golpes de Brasil (1964), Chile (1973), Perú (1992), Honduras (2009) y Bolivia (2019); y golpes con lenguaje judicial, conocidos como lawfare, como los que resultaron en la destitución de Fernando Lugo en Paraguay en 2012 y de Dilma Rousseff en Brasil en 2016, sin mencionar el arresto de Luiz Inácio Lula da Silva en vísperas de las elecciones presidenciales de 2018, que dieron como resultado la victoria del candidato de extrema derecha Jair Bolsonaro.

Con la victoria de Lula en las elecciones presidenciales de 2022, hubo una movilización de la extrema derecha bolsonarista, cuestionando las urnas, cerrando carreteras y avenidas, buscando crear una sensación de caos y miedo, instigando discursos de violencia, difundiendo fake news, todo eso validado y propagado por numerosas iglesias evangélicas y sus líderes religiosos. En un artículo, la Agencia Pública señaló algunos pastores que articularon los ataques en Brasilia. Nombres como Magno Malta, Silas Malafaia, Josué Valandro y Ana Marita Terra Nova están en la lista. Vale la pena señalar que solo el 28% de los protestantes votaron por Lula, según una estimación de Datafolha.

El 8 de enero de 2023, en el mar de terroristas de verde y amarillo, con la biblia en la mano, en medio del ruido de cristales rotos, gritos, obras de arte de la cultura brasileña siendo destruidas, el grupo cantó: «Los guerreros se preparan para el gran combate / Es Jesús, el Capitán, quien los conducirá adelante / La milicia de los redimidos marcha impoluta / Segura de que alcanzará la victoria». Célebre himno del Harpa Cristã [Arpa Cristiana, recopilación de música protestante], de rodillas alabando a un dios que es la imagen de ellos mismos: violentos, autoritarios y llenos de odio.

La teología que instiga estos cantos y estas acciones se llama teología de la dominación y está ligada a la idea de «Guerra Espiritual», la lucha contra un enemigo común –marxismo, comunismo, izquierda, Lula, STF, cualquier cosa que el grupo decida– y el enfrentamiento a este mal debe hacerse en diferentes áreas de la vida como la política, el poder militar, la educación, el medio ambiente, la cultura, la ciencia y otros sectores.

Con el avance de la difusión de fake news en el ámbito religioso, la teología del dominio se encontró en un deleite para propagar sus ideologías fascistas y persecutorias. Como, por ejemplo, para dos tercios de los protestantes, Lula no ganó las elecciones del año pasado y están de acuerdo en que la intervención militar debe invalidar el resultado de las elecciones. Así lo revela la última encuesta de Atlas/Intel, realizada a 2.200 personas entre el 8 y el 9 de enero de 2023.

Los números retratan un abismo de percepciones entre los evangélicos y la opinión pública en general. Si bien la mayoría de los encuestados reconoce que Lula ganó las elecciones presidenciales de 2022 (56,4 % en total), entre los protestantes, solo el 28,1 % está de acuerdo con tal afirmación. Por otro lado, el 67,9% de los protestantes no cree que Lula haya obtenido más votos que el expresidente Jair Bolsonaro, una cifra un 28% superior a la media general de los encuestados.

Quizás, por eso, los protestantes son el grupo religioso que más simpatiza con la propuesta de intervención militar para invalidar el resultado de la elección presidencial. En este sentido, 6 de cada 10 protestantes (64,3%) dice estar a favor de la intervención militar, mientras que menos de un tercio de ellos (29,5%) dice estar en contra. En general, sin embargo, el 54,1% de los encuestados dice estar en contra de la intervención militar y solo el 36,8% está a favor.

Coincidentemente o no, los protestantes son también el grupo religioso más tolerante con la idea de una dictadura militar en el país. Aunque el 71% de los protestantes está en contra de la propuesta, el 15,5% de ellos está a favor. Comparando las religiones, el número de protestantes que aprueban el establecimiento de un régimen autoritario en Brasil es un 5% superior al registrado entre los católicos y casi un 10% superior al encontrado entre los ateos y agnósticos.

No por casualidad, los protestantes son el grupo que más aprobó la acción de los manifestantes bolsonaristas que ocuparon el Congreso Nacional, el Palacio de Planalto y el Supremo Tribunal Federal el pasado 8 de enero. En números proporcionales: el 31,2% de los potestantes aprueba las invasiones, cifra un 17% superior a la encontrada entre los católicos y casi el doble de la media general de los encuestados (18,4%). La mayoría de los encuestados (75,8%), sin embargo, desaprueba los actos.

Los datos en pantalla muestran la dimensión y profundidad de la implicación de los protestantes con la extrema derecha. También revelan cuánta adhesión tiene la narrativa bolsonarista en estos creyentes, especialmente en el descrédito de las instituciones y del sistema democrático. Y por mucho que los protestantes sean de hecho plurales, diversos y no pocas veces conflictivos, la cohesión y el sentido de unidad que ganó el movimiento protestante después del surgimiento del bolsonarismo es innegable.

El gran desafío de nuestro momento histórico, por tanto, es encontrar vías para que los valores democráticos tengan cabida en un campo tan influenciado por el extremismo político y el fundamentalismo religioso. La izquierda no religiosa debe prestar atención a los hechos del 8 de enero, involucrando a personas religiosas, como un campo a trabajar en dos sentidos: 1) la neutralización y confrontación del discurso fundamentalista: cómo desmontar las atrocidades psicosociales que se han cometido en nombre de la religión en la sociedad, las políticas públicas y otras áreas de la vida; 2) la disputa hermenéutica como estrategia para construir puentes con la base religiosa popular que encuentra refugio en la religión, comprendiendo el poder de la experiencia religiosa para el pueblo brasileño.

Estos desafíos surgen para el campo popular, en la perenne tarea de, junto a la clase trabajadora en la cotidianidad de los territorios, considerar la religión como identidad movilizadora de nuestro pueblo y, a partir de ese lenguaje, construir otras narrativas de movilización y comprensión del mundo. Sin embargo, al observar las acciones en nuestros territorios y en América Latina, podemos ver que el fundamentalismo no se limita a gritos de enojo intrascendentes. Continúa promoviendo leyes, interfiriendo con los materiales didácticos de nuestros hijos, ocupando universidades, muchas veces disfrazado de una supuesta neutralidad científica.

Los líderes fundamentalistas siguen organizándose estratégicamente, con agendas que dialogan directamente con el pueblo, manejando afectos y sentimientos con consecuencias concretas, creando un nuevo sentido común creyente que ha hegemonizado la lectura del mundo de una parte importante de nuestra clase y que va más allá , ocupando espacios públicos estratégicos. Es papel de la militancia popular y de los espacios institucionales de izquierda mirar a los evangélicos como una fuerza política institucionalizada que moviliza a nuestra clase. La desbolsonarización de la sociedad brasileña deberá pasar por los protestantes.

*Rafael Rodrigues da Costa, Sociólogo, magister en Ciencias Sociales de la UNIFESP e investigador visitante de la Universidad Federal de Bahia (UFBA). Profesor de Psicología Social en la Facultad FECAF.

Delana Corazza, cientista social, magister en Arquitectura y Urbanismo (FAU-USP), doctoranda en Geografía de la UNESP, coordinadora de la investigación Protestantes, política y trabajo de base del Instituto Tricontinental de Investigación Social.

Angelica Tostes, teóloga, magister en Ciencias de la Religión (UMESP), coordinadora auxiliar de cursos del Centro Ecumênico de Serviços à Evangelização e Educação Popular y coordinadora de la investigación Protestantes, política y trabajo de base del Instituto Tricontinental de Investigación Social.

** Este es un artículo de opinión. La visión de las y los autores no necesariamente expresa la línea editorial de Brasil de Fato.

*** Traducción: Resumen Latinoamericano

Fuente: Brasil de Fato

Te puede interesar

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *