Hay poco o nada de belleza en ser pobre o vivir la marginalidad, no se trata del país en que naciste, del acento o la lengua que llevas contigo. La pobreza no parece tener un país de residencia o dicho de otro modo ser marginal te condena al exilio de cualquier lugar, incluso del que sientes propio, te somete a una violencia que no figura en titulares de televisión pero que cotidianamente está allí, agrediendo a quienes no tienen un lugar en la sociedad de consumo, la violencia del prejuicio que estigmatiza por el color de la piel, por el corte del cabello y hasta por la música que te mueve.
En Monterrey, Nuevo León, México, corren los últimos años del siglo 20 y la violencia desatada en la guerra del Estado Mexicano contra el narcotráfico, que golpea de modo particular en muchos barrios populares de nuestra América morena, toca inevitablemente a Ulises, un joven integrante de la pandilla de Los Terkos y de la llamada cultura urbana Kolombia que se mueve al ritmo de la cumbia rebajada.
Por un error, por el sino inevitable del destino, o por estar en la hora y el lugar equivocado, que no es sino su propio barrio, Ulises es testigo de un enfrentamiento entre carteles, trayendo sobre el y su familia una amenaza de muerte por parte de un integrante de una de las bandas criminales, debido a ello debe abandonar su territorio y cruzar ilegalmente a los Estado Unidos, profundizando la historia de desarraigo que circula entre las comunidades pobres de horizontes en América latina.
Hay poco o nada de bello en ser pobre pero “Los Terkos” y “las Terkas” de este mundo siempre habrán de encontrar una puerta hacia un territorio de pertenencia.
Ya no estoy aquí, película mexicana de 2019 que puedes ver a través de la plataforma de Netflix, especial mención a la lista de cumbias rebajadas que forman parte de su banda sonora.
Patricio Rivera Moya – Morral